Llegar a la vejez no es fácil. Las capacidades se van perdiendo poco a poco, los sentidos se deterioran y, en muchas ocasiones, hasta el deseo de vivir va desvaneciendo.
El paso de los años va dejando una factura impagable que solo se soporta con el amor de los hijos, los nietos y bisnietos. A veces eso se reconoce, pero en otras ocasiones la familia no puede o no quiere ser es el lugar seguro para un abuelo.
Este año la Secretaría de Integración Social de Bogotá reveló que casi 3.000 abuelos pasan sus últimos días en total soledad; cada mes, entre cinco y diez adultos mayores son abandonados en clínicas y hospitales del Distrito.
En la mayoría de los casos ese abandono se debe a factores económicos. Es un tema bastante preocupante, pero sobre todo ¡Muy triste!. Triste y doloroso para esos seres que lograron familias de muchas generaciones, que dieron vida a sus hijos y con ello la posibilidad de más y más vida a otros.
Los abuelos, que deberían tener un lugar primordial en cada familia sin importar cómo fue su juventud o adultez, muchas veces terminan solos, sintiendo que son un estorbo y que todo el amor que dieron no fue suficiente para recibir cariño y un poco de paciencia, porque ellos vuelven a ser niños que necesitan ayuda para comer, vestirse, ir al baño, caminar, vuelven a ser inocentes a pesar de los años pero lamentablemente parece que nos falta sensibilidad, empatía y sobretodo nos falta AGRADECIMIENTO.
Por ello en este mes queremos reconocer y aplaudir esas vidas que nos cuidaron, consintieron y apoyaron. Queremos acariciar esas manos que tantas veces nos atendieron y valorar esos brazos que nos consolaron.
Queriendo ser la voz de muchos: ¡Gracias a todos los abuelitos por tanta sabiduría, entrega y amor!.